lunes, 7 de septiembre de 2015

Miedo

Casi al final de mi andadura echo la vista atrás y siento un extraño vértigo por el camino recorrido, mi vida se acaba y a pesar de los gloriosos recuerdos, que no detallaré por verse desde esta perspectiva irrelevantes, ahora el miedo se apodera de mí.
Apenas me quedan recuerdos de mi infancia. Un pinar, la nieve y el viento constante a mi alrededor, pero sobre todo el frío, un compañero helador que lo impregnaba todo y del que no podías escapar, que solo el tiempo y la distancia consiguieron doblegar, dejando un poso amargo en la nostalgia de la niñez. Tiempos duros para un ser tan joven, pero creedme si os digo que eso te forja el carácter y lo templa, enseñándote a luchar incluso contra los enemigos invencibles.
Llegó la juventud en todo su vigor, ganando fortaleza a cada paso, pero siendo todavía época de esquivar obstáculos poderosos más que de enfrentarme a ellos, - ¡ya habrá tiempo! – solía pensar mientras el tiempo corría.
En aquella época conocí a Guadalupe, hermosa, cálida y dulce, que sin apenas conocerme y sin dudar se unió a mí en mi caminar para desde entonces hacerlo unidos, en un vínculo que llegará hasta la muerte. Con ella me convertí en imparable, nos comimos el mundo. Los obstáculos ya no eran esquivados, sino apartados a veces con violencia, a ritmo vertiginoso, fiel compañera.
Inexorable el tiempo, la madurez nos alcanzó y con ella llegó la prudencia. Seguimos nuestro andar poderosos, pero más cautos, contaminados por las gentes que encontramos y cargados de experiencia de vida. El ímpetu de juventud se transformó sin percatarnos en aplomo, paciencia y serenidad.
Perdonad mis recuerdos vagos, pero se confunden tras haber quedado tan atrás.
Ahora nuestro andar casi se ha detenido, lento, meditativo y tembloroso. Ni la experiencia vivida nos ayuda cuando lo que fue seguridad se ha convertido en dudas.
Y es ahora cuando el miedo realmente me atenaza, en el momento en que todos los miedos de la vida quedaron atrás, uno más veraz se apodera de mi alma. Trato de ocultárselo a Guadalupe, pero ella me conoce mejor que yo mismo ya y más valiente, trata de consolarme con su abrazo.

Dicen que al final del camino hay un gran pozo, un hoyo infinito donde todos caemos y donde nuestro destino se une, se mezcla y se contagia, en espera de un nuevo comienzo, una esperanza.

Dicen que al final del camino está el mar.

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