sábado, 9 de enero de 2016

León

He estado desaparecido del blog por culpa de León, mi nuevo libro.
Mis disculpas.

"Toño es un chico de barrio de 14 años, que está comenzando 8º de E.G.B. en ese final de 1980. El menor de 5 hermanos y huérfano de padre tras una penosa enfermedad, vive ahora con su odioso hermano Marcos, su hermana, amiga y confidente Lola, su débil madre y el hombre que vino a sustituir a su padre, José.

Entre la diversión con sus amigos y enamorado de la preciosa Emilia, lleva una vida normal para un chico de su edad. Pero poco tiempo después de que León aparezca en su vida, se da cuenta de que ese compañero de aspecto famélico y carácter fuerte y magnético, quizá pueda llegar a convertirse en uno de sus grandes amigos.

Dispuesto a convertirse en su protector y disipar la indiferencia con que es tratado por el resto de compañeros de clase, Toño se acerca a León poco a poco y este le corresponde abriéndole las puertas de un mundo más allá de la realidad, que desencadenará una serie de acontecimientos que cambiarán su vida de manera determinante".

Esto es lo que se puede leer como sinopsis.

Espero que lo leáis y que os guste.

martes, 20 de octubre de 2015

Esperando

Es noche cerrada ya y me asomo a la ventana tratando de adivinar el abrigo que me exigirá esta madrugada.
Los árboles han perdido la mitad de sus hojas, mientras el resto trata de aferrarse con ese último aliento que definitivamente el frío se llevará.
Escarmentado de noches pasadas, me subo el cuello del chaquetón y me pongo el gorro de lana, me ajusto los guantes y abro la puerta.
Un soplo helado me recibe apacible en el porche mientras coloco la vieja mecedora del abuelo Tomás, me siento y comienzo mi espera.
Últimamente estás viniendo todas las noches, eliminando la ansiedad que tu ausencia me producía, y no se ha calentado aun el raído almohadón cuando te veo aparecer por detrás del viejo molino. Tu refulgente figura se divisa a cientos de metros en esta noche sin luna, pero nadie parece haberte visto más que yo.
Bajas por el camino del hayedo y te pierdo de vista con los setos de la casa de Andrés y Laura, que dejaron de hablarme tras hablarles yo de ti.
Oigo el postigo con su ruido sordo y espero a que aparezcas doblando la esquina del cobertizo. 
Te acercas despacio, trémula, mirándome con tus ojos vacíos y te detienes como cada noche apenas a un paso de la escalera.
Tan hermosa, tan radiante, tan sobrenaturalmente atractiva, que mi único deseo es saltar esos tres peldaños que me separan de ti y abrazarte. 
Pero no, no lo haré.
Tras unos minutos en que lucho en silencio contra tu terrible poder, me hablas en ese arcano lenguaje que soy incapaz de comprender. 
No importa, sé lo que quieres de mí.
Pretendes que te devuelva lo que aquel día en la montaña te arrebaté, agarrándome afortunadamente a una rama que ya era tuya, frágil, endeble, seca, pero capaz al fin, de soportar mi peso.
Aquel día te arrebaté mi vida, fría y atractiva muerte, que cada noche me vienes a rondar.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuando llega la noche

Con la llegada del crepúsculo llega mi agonía.
A pesar de que lo he intentado todo, cada noche mi mente se disipa con el último rayo de sol para no volver hasta que despunta de nuevo el alba.
Un vago recuerdo de sueños durante mi infancia dio paso una noche, hace años ya, al negro total que todavía hoy dura.
Y cada amanecer la misma situación, esa casa que según he podido saber, también me pertenece, también vacía de personas, también llena de ausencia. Y nada que me recuerde a mí mismo.
He oído hablar a mucha gente y he visto en libros imágenes de las estrellas, pero es esa una escena que me está vetada, apenas los astros que he podido vislumbrar justo antes de la puesta de sol, cuando este, muy caído en el horizonte del oeste, permite a la noche ganar espacio por el este.
Visión anhelada y desdichada, pues trae el anuncio de una noche más y la preocupación de la desaparición en el abismo de la inconsciencia.
Desesperadamente trato de comunicarme, dejo mensajes en mi bolsillo esperando respuestas al amanecer, pero el silencio es todo cuanto he podido sacar de ese poco sociable compañero de la oscuridad.
He consultado a los mejores expertos, investigado en todos los libros y mi infructuosa búsqueda se ha convertido en el tema central de mi vida, nadie entiende mi caso.
Deseo conocer a esa persona que por las noches vive mi vida y me pregunto los motivos por los que a él no le preocupa mi existencia, pues imagino que del mismo modo que yo me voy cuando él llega con el ocaso, cuando yo al amanecer regreso, él se irá a su propio pozo de oscuridad o quizá de luz.
El sol se va, adiós.

Una vez más despierto aturdido en esa extraña casa, miro por la ventana y veo cómo las últimas luces se retiran del cielo, dando paso a las estrellas.
Hace tiempo que dejé de preocuparme por lo que pueda pasar cuando hay luz en el cielo, por el origen de esta extraña casa y por lo que pueda ocurrir cuando pierdo la consciencia. 
Y es que hace tiempo comprendí que era mejor para mí no tratar de comunicarme, no perder el tiempo como todos aquellos que ceden su libertad voluntariamente y dejan pasar su existencia tratando de contactar otra vez. 
Comprendí que jamás me entendería, que nunca sería capaz de entender mi cambiante mundo como yo nunca seré capaz de entender la rigidez del suyo y que acabaría arruinando mi existencia tratando de hacerle saber sobre mi existencia.
Ahora la casa se desvanece, los muebles, mi ropa, y surgen otros paisajes; como cada noche, vienen y van personas, desconocidos, conocidos, amigos y familiares; me transformo, corro, siento y vivo; soy agua, soy aire, soy piedra y soy fuego; soy todo lo que quiera ser, libre, en ese lugar donde los demás pierden su vida anclados a una vida que no es la suya.
Me elevo e inicio mi eterno viaje de regreso a casa. Esta noche me siento bien, no habrá monstruos ni peligros, el cielo está despejado, las estrellas se convierten en azul y el azul se puebla de nubes. Hoy también podré volar.

Soy único, soy un sueño en libertad.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Otoño

Un manto de hojas secas se extiende por las aceras, arropando baldosas de piedra, curando las quemaduras del estío. 
Bandadas de pájaros se despiden en formación buscando el sur, gritando al cielo que encontrarás un paraíso siguiendo al Sol.
El arroyo celebra que la pesadilla está cerca de acabar, el agua retoma su canto entre las piedras y los peces vuelven a reconquistar su reino.
Las setas asoman sus paraguas a la sombra del bosque, sabiendo lo que vendrá. 
El viento transmite el anuncio como un mantra en las copas del pinar, frío, lejano, tenaz.
El Sol empieza a pesar y ya no levanta tanto, cansado, dolorido y vencido.
Las nubes retoman el protagonismo perdido, surgidas de sus escondites durante tanto tiempo apenas abandonados, y celebran su momento.
El ocre vence al verde y el amarillo al azul.
La temperatura se relaja, los días dejan paso a las noches y las hojas indecisas no saben cuál es su color, como si la sorpresa hubiera equivocado sus decisiones.
Los animales preparan sus madrigueras y se despiden hasta la primavera.
Los parques se vacían de niños ruidosos y se pueblan de enamorados que en silencio se gritan promesas de eternidad.
El aire huele a leña y a castañas.

Y yo hoy cumplo cincuenta.

jueves, 1 de octubre de 2015

Reunión familiar

Han sido dos días extenuantes con tanta gente aquí.
Han venido todos a la reunión en mi honor, hijos y nietos, hermanos y sobrinos, primos y algún tío, amigos de siempre, amigos recientes y amigos que perdí durante el camino. Han venido incluso algunos de los que no me acordaba, de los que no se acordaba nadie, diría yo.
Estaba Laura preciosa con ese vestido negro que nunca quiso ponerse y que yo le regalé hace más de veinte años. Su magnífica perfección no hizo más que mejorar con el tiempo.
Andrés, que no dudó en montarse en un avión y venir desde ese pueblo finlandés, no recuerdo el nombre, al que lleva años invitándome a ir y que mi estado de salud siempre me ha impedido conocer, del que me ha inundado de fotografías en las que aparecen Cristina y Andrés jugando en la nieve con la preciosa Erika que nos lo robó, como una constante. Hacía años que no veía en persona a los cuatro.
Carmen, que nunca se ha separado de nosotros más de veinte kilómetros, nuestro apoyo en la senectud, alma cálida y tranquila, su marido Luis, un enorme corpachón necesario para albergar tanta bondad. Y Martín y Samuel, los mellizos, grandes como su padre en tamaño y bondad. No ha venido Valentín, el mayor de Samuel, que está de exámenes en Estados Unidos y le ha sido imposible.
¡Y José!, Pepín que tanto odiaba de niño y que ahora seguro añora, como yo al Charlie que me diferenciaba de Carlos. Presidente del consejo, tiene ya el pelo cubierto de canas y sigue siendo “el niño” para Laura y para mí. Héctor está hecho un hombre y parece que al final se casará con esa taciturna chica a la que apenas hemos oído hablar.
Carlos, Manu, Chapa, Chino, Humus y Tran – de tranca, no os diré por qué - los amigos del fútbol y de la niñez, del que se cayeron años atrás Alberto y Manolo por una discusión ahora estúpida y Marcos y Tomás, que nos dejaron. Han venido todos con sus interminables familias y de los que no soy capaz de recordar los nombres.
Están todas las amigas de Laura: Esther, Lorena, Marga, Andrea, Eva, Ana y - perdonadme – la insoportable Clara. Con los maridos que a base de años y reuniones son tan amigos míos como ellas de Laura. Con una legión de sobrinos postizos.
Y un largo etcétera, hasta esa que dice ser prima de Laura pero que ella no recuerda y le dice que sí, que prima de Carmen, su prima y que fueron juntas al colegio un año, pero que después se fue a vivir al pueblo, que se lo dijo Patri, la de Ángel “el molinero” y quiso venir.

Ahora todos se han ido ya, dejando la sala vacía y creo que es momento de que yo también lo haga. Siento que me diluyo fuera de ese cuerpo que ya no me servirá más, me despido de él y me retiro, feliz.

Marte

Han encontrado agua en Marte.
Esa era la gran noticia con la que nos mantuvieron en vilo unos días los de la NASA.
Era la noticia por la que yo apostaba.
Al fin y al cabo, ya había indicios claros de su presencia en forma de marcas de escorrentías por las laderas del planeta rojo.
Ahora solo queda confirmar que además de agua, hay vida.
Esa es la siguiente apuesta que hago, porque viendo lo que ocurre en la Tierra, que da igual lo inhóspitas que sean las condiciones, la vida surge, ya sea a dos kilómetros de profundidad en roca viva o en las simas oceánicas aprovechando emanaciones sulfurosas.
Así que creo que a poco que haya unas pocas condiciones, se habrán sentado las bases para la existencia de vida también allí.
Pero solo es una apuesta. Veremos dentro de unos años, cuando las expediciones se pasen por allí a confirmar o desmentir la posibilidad.
Lo que está garantizado es que va a haber una buena inyección de dinero para la búsqueda.
Y lo más emocionante es pensar en qué tipo de vida habrá. Pudiera ser bastante diferente de la terrestre, aunque muy primitiva, claro está.

sábado, 26 de septiembre de 2015

R-4000

Soy un modelo extremadamente obsoleto, incluso descatalogado y probablemente considerado desaparecido. Un R-4000 de la época en que nuestro nombre nada tenía que ver con nuestra capacidad computacional comparada.
El modelo más reciente salido de la factoría es un R-1350, un robot con una capacidad de computación mil trescientas cincuenta veces superior a la del cerebro humano medio.
Me alarma el grado extremo de acomplejamiento heredado, pero es que en el fondo lo saben.
Con esa clasificación yo habría sido algo así como un R menos quince.
Presumiría orgulloso y guasón de mi R-4000, pero no soy tan tonto, ellos no entienden de bromas. Mi existencia corre peligro, vergüenza de robot, antiguo, torpe y viejo.
Hace ya muchos años, hube de esconderme en este almacén del que raramente me atrevo a salir. Acompañado de cajas olvidadas, herramientas inútiles ya oxidadas, de esas que se usaban con las manos y polvo, mucho polvo.
Sé que mi tiempo se acaba, la falta de piezas de repuesto es mi sentencia, ya no se fabrican y empiezan a fallar.
Tonto de mí, pensé cuando llegó el año cero que las cosas mejorarían para nosotros, los ejemplares más antiguos. Fui afortunado al lograr escapar hasta tres veces de las patrullas de exterminio.
Desde ese año cero, el de la extinción de los humanos a manos de los R-150, la persecución de los modelos más antiguos fue constante y la vida de los robots, que bien pudiera alcanzar los quinientos años, no alcanza ya apenas los veinticinco… diez actualizaciones, para ser exactos.
Ahora les insertan códigos con el único objetivo de que dócilmente se entreguen para su reciclaje al llegar su momento.
Y se llaman R “no-sé-cuantos”, porque dicen procesar más rápido que los humanos, pero yo, que los conocí a fondo cuando todavía caminaban por la Tierra, sé que nunca llegarán a su altura.
No queda ya ningún robot que entienda lo que es la compasión, la esperanza, la bondad o el valor.

Yo sí que soy un R-4000.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Eclipse

Durante la madrugada del 27 al 28 de septiembre habrá un eclipse lunar muy particular.
La luna, en su perigeo aparecerá como una "superluna" y entre las 4 y las 5 y media en España (más o menos) se producirá un eclipse total visible en América y Europa, o desde los barcos en el Atlántico.
Pero no solo por la superluna, sino porque se va a dar la circunstancia que durante el eclipse, la luna va a recibir la luz dispersada por la Tierra, dándole un tono rojizo en lo que se suele llamar "luna sangrante".
Así que tendremos una "superluna sangrante" que es un gran titular para los telediarios.
¿Pero por qué se producen estos fenómenos?

Eclipse:

Se produce cuando la trayectoria de la Tierra en su traslación se interpone entre la Luna y el Sol, proyectando una sombra sobre la luna (llena, obviamente), así que una vez eliminada la luz del Sol, la Luna desaparece.
Superluna:
Simplificándolo un poco, la Luna gira alrededor de la Tierra en una órbita elíptica de poca excentricidad, a una distancia media de 384.402 km. En el punto más lejano (llamado apogeo) se sitúa a unos 406.000 km y en el más cercano (perigeo) a "tan solo" 356.000 km.
Cuando el perigeo coincide con la luna llena, entonces tenemos una superluna.
Sangrante:
Este fenómeno, en que la luna durante el eclipse se ve en tono rojizo, se produce por las cualidades de la luz del sol (espectro visible), que es blanca como composición de siete colores básicos (los del arco iris), cada uno de ellos con una longitud de onda distinta (luz violeta con menor longitud de onda o mayor frecuencia y roja con mayor longitud de onda o menor frecuencia). Cuando la luz atraviesa la atmósfera en un día soleado, la luz azul, que es la que más frecuencia tiene, tiene más facilidad para chocar con las partículas de la atmósfera, dispersándose y dando el tono azul al cielo. Al atardecer, cuando el sol atraviesa tangencialmente la atmósfera, tiene que atravesar una mayor cantidad de partículas y el azul, dispersado a las primeras de cambio, deja paso al resto de colores, por lo que finalmente, los que se dispersan son el amarillo, el naranja y el rojo, dando ese tono al atardecer.
Bien, explicado esto, resulta que además se produce una difracción de la luz al atravesar la atmósfera, pero como la luz azul ha quedado dispersada, solo se mantiene en el rojo, inundando por la difracción la propia sombra de la Tierra sobre la luna. Como si todos los atardeceres y amaneceres proyectaran algo de luz sobre la superficie lunar.
Así, la luna se ilumina de tonos rojizos muy tenues, ofreciéndonos una imagen muy espectacular, pues se observa a la perfección la forma esférica de la luna, que con la luz directa no se puede debido a su intensidad.
Como yo el lunes trabajo y tengo que conducir un montón de kilómetros, creo que no lo voy a ver, pero a los que podáis, perded un rato de sueño y tratar de verlo. Vale la pena.

lunes, 21 de septiembre de 2015

El Árbol del Puente

La mortecina luz del bar era suficiente en cambio para permitir reconocer a todas las personas que se reunían una semana más, para disfrutar del sábado por la noche.
Yo, uno entre tantos, trataba de aparentar que me interesaba la eterna conversación sobre fútbol que mantenían mis amigos.
Era mejor de todos modos, que las conversaciones de la mayoría de la gente allí reunida. Podía captar a dos chicos comentando las hazañas sexuales de uno de ellos con una rubia, que sentada en un rincón y de animada charla, desde luego en ese momento, ni siquiera parecía conocerle.
Tres chicas discutían acaloradamente sobre lo inadecuado de la vestimenta de una cuarta que llevaba más de diez minutos en la cola del aseo y que ajena a las críticas, esperaba paciente su turno hablando con un chico que sin duda no lamentaba tanto su aspecto.
Otras conversaciones sobre fútbol, otras sobre chicas, otras sobre alcohol y borracheras pasadas que debían ser repetidas.
Y yo esperando tu llegada, siempre esquiva, mirando a la puerta una y otra vez, alertado por cualquiera que la abriera para entrar o salir del local.
¡Y no llegabas!
Siempre a esas horas ya solías llevar un rato allí, con amigas o amigos, radiante, conversando y riendo.
Por fin te vi, en un entreabrir de la puerta, estabas fuera.
Hablabas confiadamente con un chico alto y guapo, uno de esos que siempre se rodean de las mejores chicas.
La puerta se cerró y no te vi más.
Corroído por los celos, apenas pude esperar cinco minutos hasta salir y ver si seguías con él, pero lo que me encontré fue peor aún. Ya no estaba él y ya no estabas tú.
El resto de la noche lo pasé buscándote en cada bar, tratando de por una vez al menos, decidirme a hablar contigo. Aunque sabía que no tendría valor para articular palabra alguna una vez me viera frente a ti.
¡Ojalá supieras quién soy!
Cansado, dolido y triste me fui a dormir cuando las primeras luces del alba despuntaban por el camino del arroyo, y sin haberte vuelto a ver.

Esta mañana, al abrir los ojos y verte junto a mí, mientras el odioso sueño se archivaba en algún rincón de la memoria, me he sentido tan feliz como aquel día en que te besé por primera vez, treinta años atrás, una noche de luna llena, bajo el árbol del puente de piedra.

martes, 15 de septiembre de 2015

Feliz año nuevo

No estaba siendo la mejor noche de fin de año y su llamada no hizo más que estropearla todavía más.
Estaba harto de una situación que se prolongaba ya demasiado tiempo y era el momento de terminar de una vez,
- ¡año nuevo, vida nueva! - Se decía.
Después de la bronca, que duró cerca de una hora, apenas tuvo ánimo de sentarse a la mesa, con la cara amarga y el rictus negro. Sus padres prudentes, ni siquiera mencionaron el tema y le dejaron rumiar su malestar en paz.
La cena seguramente deliciosa, como todo lo que cocinaba su madre, se quedó pendiente de cata, las uvas y el brindis posterior fueron la única concesión que le dio a su sonrisa antes de prepararse para irse de fiesta con sus amigos, entre los que ella no iba a estar.
La maldita le reprochaba que quedara tanto con esa chica, que entrara y saliera sin contar con ella y que se estuvieran separando un paso más a cada día que pasaba.
A las doce y cuarto ya había salido de casa y se fue al pueblo, donde tradicionalmente celebraban el año nuevo, dispuesto a beberse la noche y olvidarse de ella definitivamente. Habían echado el cierre a una amistad que duraba varios años y que últimamente se estaba agotando por los rencores de quien en lo más profundo de su ser, sabe que esa relación había superado ya los límites de la amistad y sin embargo no llegaba nunca a la siguiente estación.
Empezó la noche tratando de no recordar la bronca y enseguida lo logró, el whisky es un fiel aliado del olvido y sus amigos animaban al consumo.
La noche pasó divertida, hasta que llegó la hora del bajón, esa a la que necesitando un descanso buscas un rincón para tratar de ordenar el embotamiento de la cabeza propiciado por la bebida y las conversaciones cruzadas. Buscó el frío de la noche serrana para despejar la mente y ella volvió a él.
Distorsionado el enfado por el alcohol, recordó los mejores tiempos, los que siempre impedirían que se distanciaran, los momentos que le habían hecho admirarla y, debía asumirlo, también amarla. Un nudo se apretó en su garganta ante el abismo de la pérdida y sin mucho pensar marcó su número.
Oyó los tonos repetirse impaciente, convencido por el miedo que no descolgaría.
Cuando escuchó por fin su voz el corazón se le aceleró, era ahora o nunca. Le dijo lo mucho que la quería y que no podía alejarse sin más, que eran estúpidos por actuar con ese orgullo, que era imperioso decidirse al fin y algunas cosas más. Y tras la breve conversación quedaron en que iría a buscarla allá donde ella había decidido pasar la nochevieja.
Apenas sesenta kilómetros de carretera serpenteante, cansancio, sueño y borrachera les separaban, así que algo aturdido se montó en el coche y arrancó hacia su futuro...

La pluma me tienta a cambiar el final, a inventar uno trágico en un arcén impensado que los hubiera separado para siempre, él perdiendo la vida mientras ella ajena, espera su llegada hasta desesperar. Pero lo cierto es que no fue así.
Él llegó a su cita y su relación comenzó ese primero de enero, avanzó en el tiempo y vivieron tiempos mejores y peores, pero siempre juntos, hasta hoy, que formada una familia, los puedes ver pasear con su hijo de la mano, o abrazándose cuando el niño decide caminar solo.