viernes, 11 de septiembre de 2015

X

Tan solo tengo un segundo para recordar cual ha sido el motivo que me ha llevado a esta situación.
Quizá porque en el último momento antes de salir, he recordado que olvidaba las gafas de sol y he regresado por ellas, o por dejar pasar ese coche destartalado, que si bien le debía ceder el paso, iba tan despacio que hubiera tenido tiempo de sobra para pasar, o por no detenerme en ese semáforo que he pasado en ámbar o quizá porque he decidido viajar a esa velocidad y no más deprisa o más despacio.
Prefiero pensar, y ya he consumido la mitad de mi tiempo, que el destino había colocado una equis en el calendario de mi vida y que nada de lo que hubiera querido o podido hacer, habría cambiado la situación y que tendría que acudir a mi cita con el destino.
Veo el camión precipitarse desde el puente que cruza la autovía y no me veo capaz de hacer nada para evitar la colisión.
Mi segundo ha pasado.
Piso el freno hasta que creo que el pie atravesará el fondo del coche y con un violento giro, el coche se detiene un segundo después, dejando el camión atrás, destrozado contra el asfalto por el que inexplicablemente he pasado sin daño.


Quizá el destino solo pretendía hacerme un guiño cruel, mostrándome tan solo el final del camionero, apuntarme con el dedo para hacerme saber que yo también tengo una equis marcada en mi calendario y que hay una cita ineludible en la que nos veremos otra vez.

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