martes, 15 de septiembre de 2015

Feliz año nuevo

No estaba siendo la mejor noche de fin de año y su llamada no hizo más que estropearla todavía más.
Estaba harto de una situación que se prolongaba ya demasiado tiempo y era el momento de terminar de una vez,
- ¡año nuevo, vida nueva! - Se decía.
Después de la bronca, que duró cerca de una hora, apenas tuvo ánimo de sentarse a la mesa, con la cara amarga y el rictus negro. Sus padres prudentes, ni siquiera mencionaron el tema y le dejaron rumiar su malestar en paz.
La cena seguramente deliciosa, como todo lo que cocinaba su madre, se quedó pendiente de cata, las uvas y el brindis posterior fueron la única concesión que le dio a su sonrisa antes de prepararse para irse de fiesta con sus amigos, entre los que ella no iba a estar.
La maldita le reprochaba que quedara tanto con esa chica, que entrara y saliera sin contar con ella y que se estuvieran separando un paso más a cada día que pasaba.
A las doce y cuarto ya había salido de casa y se fue al pueblo, donde tradicionalmente celebraban el año nuevo, dispuesto a beberse la noche y olvidarse de ella definitivamente. Habían echado el cierre a una amistad que duraba varios años y que últimamente se estaba agotando por los rencores de quien en lo más profundo de su ser, sabe que esa relación había superado ya los límites de la amistad y sin embargo no llegaba nunca a la siguiente estación.
Empezó la noche tratando de no recordar la bronca y enseguida lo logró, el whisky es un fiel aliado del olvido y sus amigos animaban al consumo.
La noche pasó divertida, hasta que llegó la hora del bajón, esa a la que necesitando un descanso buscas un rincón para tratar de ordenar el embotamiento de la cabeza propiciado por la bebida y las conversaciones cruzadas. Buscó el frío de la noche serrana para despejar la mente y ella volvió a él.
Distorsionado el enfado por el alcohol, recordó los mejores tiempos, los que siempre impedirían que se distanciaran, los momentos que le habían hecho admirarla y, debía asumirlo, también amarla. Un nudo se apretó en su garganta ante el abismo de la pérdida y sin mucho pensar marcó su número.
Oyó los tonos repetirse impaciente, convencido por el miedo que no descolgaría.
Cuando escuchó por fin su voz el corazón se le aceleró, era ahora o nunca. Le dijo lo mucho que la quería y que no podía alejarse sin más, que eran estúpidos por actuar con ese orgullo, que era imperioso decidirse al fin y algunas cosas más. Y tras la breve conversación quedaron en que iría a buscarla allá donde ella había decidido pasar la nochevieja.
Apenas sesenta kilómetros de carretera serpenteante, cansancio, sueño y borrachera les separaban, así que algo aturdido se montó en el coche y arrancó hacia su futuro...

La pluma me tienta a cambiar el final, a inventar uno trágico en un arcén impensado que los hubiera separado para siempre, él perdiendo la vida mientras ella ajena, espera su llegada hasta desesperar. Pero lo cierto es que no fue así.
Él llegó a su cita y su relación comenzó ese primero de enero, avanzó en el tiempo y vivieron tiempos mejores y peores, pero siempre juntos, hasta hoy, que formada una familia, los puedes ver pasear con su hijo de la mano, o abrazándose cuando el niño decide caminar solo.

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