miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuando llega la noche

Con la llegada del crepúsculo llega mi agonía.
A pesar de que lo he intentado todo, cada noche mi mente se disipa con el último rayo de sol para no volver hasta que despunta de nuevo el alba.
Un vago recuerdo de sueños durante mi infancia dio paso una noche, hace años ya, al negro total que todavía hoy dura.
Y cada amanecer la misma situación, esa casa que según he podido saber, también me pertenece, también vacía de personas, también llena de ausencia. Y nada que me recuerde a mí mismo.
He oído hablar a mucha gente y he visto en libros imágenes de las estrellas, pero es esa una escena que me está vetada, apenas los astros que he podido vislumbrar justo antes de la puesta de sol, cuando este, muy caído en el horizonte del oeste, permite a la noche ganar espacio por el este.
Visión anhelada y desdichada, pues trae el anuncio de una noche más y la preocupación de la desaparición en el abismo de la inconsciencia.
Desesperadamente trato de comunicarme, dejo mensajes en mi bolsillo esperando respuestas al amanecer, pero el silencio es todo cuanto he podido sacar de ese poco sociable compañero de la oscuridad.
He consultado a los mejores expertos, investigado en todos los libros y mi infructuosa búsqueda se ha convertido en el tema central de mi vida, nadie entiende mi caso.
Deseo conocer a esa persona que por las noches vive mi vida y me pregunto los motivos por los que a él no le preocupa mi existencia, pues imagino que del mismo modo que yo me voy cuando él llega con el ocaso, cuando yo al amanecer regreso, él se irá a su propio pozo de oscuridad o quizá de luz.
El sol se va, adiós.

Una vez más despierto aturdido en esa extraña casa, miro por la ventana y veo cómo las últimas luces se retiran del cielo, dando paso a las estrellas.
Hace tiempo que dejé de preocuparme por lo que pueda pasar cuando hay luz en el cielo, por el origen de esta extraña casa y por lo que pueda ocurrir cuando pierdo la consciencia. 
Y es que hace tiempo comprendí que era mejor para mí no tratar de comunicarme, no perder el tiempo como todos aquellos que ceden su libertad voluntariamente y dejan pasar su existencia tratando de contactar otra vez. 
Comprendí que jamás me entendería, que nunca sería capaz de entender mi cambiante mundo como yo nunca seré capaz de entender la rigidez del suyo y que acabaría arruinando mi existencia tratando de hacerle saber sobre mi existencia.
Ahora la casa se desvanece, los muebles, mi ropa, y surgen otros paisajes; como cada noche, vienen y van personas, desconocidos, conocidos, amigos y familiares; me transformo, corro, siento y vivo; soy agua, soy aire, soy piedra y soy fuego; soy todo lo que quiera ser, libre, en ese lugar donde los demás pierden su vida anclados a una vida que no es la suya.
Me elevo e inicio mi eterno viaje de regreso a casa. Esta noche me siento bien, no habrá monstruos ni peligros, el cielo está despejado, las estrellas se convierten en azul y el azul se puebla de nubes. Hoy también podré volar.

Soy único, soy un sueño en libertad.

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